Resumen
El abuso sexual infantil (ASI) es el delito de malos tratos a menores que más sumergida y silenciosamente ocurre ante la sociedad, por lo que en un alto porcentaje queda impune. Las secuelas que origina en la psicologÃa de la vÃctima son profundas y prolongadas, y a menudo resultan devastadoras para su biografÃa posterior, hecho que sólo puede ser evitado si el abuso es detectado y se brinda al menor una adecuada rehabilitación psicoemocional. La mejora en su detección y abordaje profesional es una responsabilidad que recae, entre otros servidores públicos, sobre el pediatra. Pero el análisis objetivo de este problema pone de manifiesto que las formas más comunes de presentación clÃnica del ASI ante el pediatra son las crÃpticas, sobre todo en forma de trastornos comportamentales o de somatizaciones neuróticas de la vÃctima, a priori inespecÃficas, por efecto del desbordamiento emocional debido al padecimiento silencioso y a la vivencia solitaria de desamparo, en la mayorÃa de los casos, sin mediar revelación alguna por parte de aquélla ni hallar pruebas fÃsicas en su exploración. Ante este hecho, y partiendo sólo de una mera sospecha o posibilidad intuida, el pediatra se enfrenta a un auténtico desafÃo en su deber de detección, asistencia, notificación y custodia a la vÃctima.
El presente trabajo tiene por objetivo ayudar al pediatra a orientar correctamente su actuación al afrontar este desafÃo. Se expone para ello el resultado de un análisis integral del problema, en el que han sido abordados no sólo aspectos de la presentación clÃnica y la actuación médica a recomendar, sino también de la fenomenologÃa social y familiar del ASI y del devenir judicial y biográfico de los casos, con el fin de orientar mejor la actuación pediátrica. Ésta, que debe tener como objetivo prioritario la protección y rehabilitación emocional del menor, pero intentando minimizar al máximo las posibles repercusiones psicosociales en la vÃctima y su familia, no halla su única solución en el aumento de formación y concienciación pediátricas, sino que exige la habilitación de recursos especializados y multidisciplinares, ágiles, discretos y capaces de asumir un seguimiento coordinado a largo plazo, lamentablemente aún no disponibles en muchas comunidades de nuestro paÃs. Este tipo de seguimiento multidisciplinar y coordinado, necesario también para otras formas de sospecha de maltrato y patologÃas de Ãndole psicosocial, es justificación suficiente para reivindicar la creación de Unidades de PediatrÃa Psicosocial.