Acta Pediátrica Española

ISSN 2014-2986
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Proudfoot NA, King-Dowling S, Cairney J, Bray SR, MacDonald MJ, Timmons BW. Pediatrics. 2019; 144(1): e201822242.
 
La prevención de la enfermedad cardiovascular (ECV) debería empezar en la infancia.
Hay abundante evidencia científica en población adulta que demuestra que la actividad física previene y enlentece la progresión de la ECV.
Los niños en edad escolar que son más activos tienen mejores indicadores de salud cardiovascular, como, por ejemplo, menor presión arterial (PA) en reposo, mejor estado de forma cardiovascular e índices más favorables de resistencia arterial. Estos hallazgos han propiciado que la Asociación Americana del Corazón (AHA) recomiende la actividad física como parte de la estrategia primaria en la prevención de la ECV. La actividad física puede retardar el declive en la salud cardiovascular, que comienza ya desde el nacimiento. Sin embargo, hay poca evidencia para apoyar esta recomendación en la infancia temprana (≤8 años).
El propósito del estudio Health Outcomes and Physical Activity in Preschoolers (HOPP), un ensayo observacional prospectivo, era determinar el efecto de la actividad física sobre los indicadores de salud cardiovascular durante la infancia temprana. En concreto, se valoró el efecto de la actividad física total y de la actividad física modera-intensa sobre el estado cardiovascular, la elasticidad arterial y la PA durante un periodo de 3 años. La hipótesis de trabajo era que los niños pequeños que realizan más actividad física y de mayor intensidad tienen mejores indicadores de salud cardiovascular.
Cada año, durante 3 años, los niños incluidos en la cohorte de estudio, completaban una serie de valoraciones distribuidas en 2 visitas separadas por 19 ± 14 días. En la primera visita se realizaba una antropometría y una valoración del estado de forma. Al final de la visita, al niño se le proporcionaba un monitor de actividad física (acelerómetro) para llevar durante 1 semana en la cadera derecha. Después del periodo de actividad monitorizada, el niño iba a la segunda visita, en la que se valoraba la elasticidad arterial en reposo y la PA. Los datos se recogieron entre agosto de 2010 y septiembre de 2014. En la visita inicial se obtenía el consentimiento informado por escrito de los representantes legales de los niños.
Se excluyeron del estudio los niños con cualquier patología o retraso en el desarrollo cognitivo. Completaron la visita inicial 418 niños; 42 participantes se perdieron durante el seguimiento.
La actividad física se midió mediante acelerómetros. Para valorar una perspectiva integral de la salud cardiovascular, se tuvieron en cuenta 3 indicadores relativos: a) indicador de estado de forma cardiovascular mediante prueba de esfuerzo (carrera en cinta) con medida de la recuperación de la frecuencia cardiaca; b) la elasticidad arterial mediante la velocidad de onda de pulso y el índice B de elasticidad de la arteria carótida, y c) PA sistólica medida en posición sentada.
La mayor duración de carrera en la cinta en los niños se correlacionó con la actividad física total y la actividad física modera-intensa, así como en el tiempo de recuperación de la frecuencia cardiaca basal. También se encontró una mejoría de la elasticidad arterial en función del ejercicio, pero sólo en la velocidad de onda de pulso. La actividad física moderada-intensa se asoció con una menor tasa de cambio en la PA sistólica sólo en las niñas. Los efectos eran independientes de la edad, la estatura o el índice de masa corporal.
Los autores concluyen que los niños que realizan mayor actividad física en edades tempranas tienen mejores índices de salud cardiovascular. A mayor intensidad de la actividad, menor rigidez en la pared arterial. Además, sugieren que la causa de esa mejoría puede estar mediada por una mejora de la función del sistema nervioso autónomo, al igual que ocurre en el sujeto adulto. La actividad física moderada-intensa también proporciona más beneficios (medidos como menor rigidez arterial).

Lo que aporta este trabajo:
Este estudio aporta evidencia de que la actividad física es beneficiosa para la salud cardiovascular, tanto en niños como en niñas, independientemente de la edad, la estatura o el índice de masa corporal, y rellena un importante agujero en la literatura, demostrando que los efectos protectores de la actividad física sobre la salud cardiovascular empiezan pronto en la infancia. Aunque los autores no especifican el tipo de actividad física que realizaron los participantes en el estudio, como pediatras hemos de reivindicar el papel que tiene el juego al aire libre –y las actividades lúdicas que comporta–, no sólo para la salud cardiovascular de nuestros niños, sino también para su desarrollo madurativo y emocional. Saltar a la comba, jugar en el patio al balón, montar en bicicleta o jugar al «pilla-pilla» no deben quedarse en el recuerdo de lo que eran las ocupaciones del tiempo libre de la generación de sus padres, sino que continúan siendo parte importante en la promoción de la salud de los niños, en especial de los más pequeños.
 
M.J. Galiano Segovia
Pediatra. Centro de Salud María Montessori. Leganés (Madrid)
 
 
 
 
 
Association of gluten intake during the first 5 years of life with incidence of celiac disease autoimmunity and celiac disease among children at increased risk
Andrén Aronsson C, Lee HS, Hård Af Segerstad EM, Uusitalo U, Yang J, Koletzko S, et al; TEDDY Study Group. JAMA. 2019;
322(6): 514-523 [DOI: 10.1001/jama.2019.10329] [PubMed PMID: 31408136; PubMed Central PMCID: PMC6692672].

Este artículo es fruto del seguimiento de la cohorte de niños que participaron en el estudio TEDDY (The Environmental Determinants of Diabetes in the Young). El estudio TEDDY consiste en el seguimiento desde el nacimiento hasta los 15 años de una cohorte de niños con riesgo genético de padecer enfermedad celiaca y diabetes mellitus, procedentes de 6 centros situados en Finlandia, Alemania, Suecia y Estados Unidos, con el fin de determinar el riesgo de aparición a lo largo del seguimiento de diabetes mellitus o enfermedad celiaca, en función de variables relacionadas con la dieta. En este caso, se investigó el riesgo de aparición de anticuerpos de celiaquía y de enfermedad celiaca en los 5 primeros años, en función de la cantidad de gluten consumida.
Los niños se incluyeron en el estudio al nacimiento (periodo de reclutamiento entre 2004 y 2010), y la determinación de riesgo genético se realizó mediante el estudio de los genotipos de HLA.
Se incluyeron 8.676 recién nacidos portadores de algunos de los genotipos HLA asociados a la enfermedad celiaca y diabetes mellitus. Para la determinación de la autoinmunidad se midieron los anticuerpos antitransglutaminasa anualmente desde los 2 años.
La ingesta de gluten se estimó a partir de un registro de ingesta de 3 días, que se recogió a los 6, 9 y 12 meses, y cada 2 años hasta llegar a los 5.
El objetivo primario fue una autoinmunidad positiva, definida como aumento en los niveles de antitransglutaminasa en suero en 2 determinaciones consecutivas. El objetivo secundario fue la confirmación de enfermedad celiaca mediante biopsia intestinal o niveles de autoanticuerpos persistentemente elevados.
Pudieron evaluarse 6.605 pacientes (un 49% eran niñas, con una media de edad durante el seguimiento de 9 años [rango intercuartil: 8-10]). Desarrollaron anticuerpos positivos 1.216 (18%) y se confirmó la enfermedad celiaca en 447 (7%). El pico de mayor incidencia se encontró entre los 2 y los 3 años. El riesgo era mayor en los niños homocigotos para HLA DR3-DQ2. La ingestión de gluten se asoció de forma significativa con el riesgo de autoinmunidad positiva por cada aumento en 1 g en el consumo de gluten (Hazard ratio [HR]= 1,30; intervalo de confianza [IC] del 95%: 1,22-1,38); el riesgo absoluto a los 3 años si se consumía la cantidad de referencia de gluten era del 28,1%, pero si se consumía más de 1 g al día por encima del consumo de referencia, el riesgo absoluto ascendía al 34,2% (valor de la diferencia del 6,1%; IC del 95%: 4,5-7,7). Lo mismo ocurría respecto al riesgo de enfermedad celiaca: por cada gramo de aumento en el consumo de gluten aumenta el riesgo (HR= 1,50; IC del 95%: 1,35-1,65), un 20,7% de riesgo con el consumo basal, un 27,9% si el consumo era mayor de 1 g al día de gluten respecto al basal (diferencia de +7,2%; IC del 95%: 6,1-8,3).
Los autores concluyen que el consumo de altas cantidades de gluten en los primeros 5 años de vida en los niños con un riesgo genético aumentado se asocia a un riesgo mayor de desarrollar anticuerpos o enfermedad celiaca.
 
Lo que aporta este trabajo:
Nos quedan por conocer muchas cuestiones sobre la enfermedad celiaca y, por tanto, nos falta mucho para establecer recomendaciones consistentes de consumo de gluten para la población general: ¿cuándo debe incluirse en la dieta del niño?, ¿en qué cantidades? La incertidumbre es todavía mayor para las recomendaciones en familiares de primer grado de niños diagnosticados de enfermedad celiaca o diabetes mellitus. Quizá resultados como los de este estudio nos permitan aportar algún consejo para ellos, basado en datos científicos. Por ejemplo, restringir la cantidad de gluten en los primeros 5 años, en especial en los niños con mayor riesgo genético. Es cierto que los estudios longitudinales son laboriosos y costosos pero, sin duda, proporcionan una información relevante y permiten establecer hipótesis sólidas que deberán evaluarse con los estudios de intervención pertinentes.
 
J.M. Moreno Villares
Departamento de Pediatría. Clínica Universidad de Navarra. Madrid
 
Prescripción de antibióticos para niños en los servicios de urgencias de Estados Unidos (2009-2014)
Poole NM, Shapiro DJ, Fleming-Dutra KE, Hicks LA, Hersh AL, Kronman MP. Antibiotic Prescribing for Children in United States Emergency Departments: 2009-2014. Pediatrics. 2019; 143(2): e20181056.
 
Resumen
Existe desde hace años la preocupación sobre el uso de los antibióticos. Los equipos investigadores y los laboratorios farmacéuticos nos alertan, cada vez más, de la falta de nuevas terapias eficaces ante la aparición de gérmenes multirresistentes. Estamos ante un grave problema de salud pública.
 
El interés por conocer la situación real de este problema movió a los autores de este artículo a investigar la prescripción antibiótica realizada a pacientes de 0-17 años en los servicios de urgencias de Estados Unidos. Para este estudio retrospectivo, los autores utilizaron la base de datos de los servicios sanitarios nacionales desde 2009 a 2014 y los analizaron mediante un modelo de regresión logística multivariable. Estudiaron la proporción de visitas a urgencias en las que se prescribieron antibióticos, clasificados por tipo y espectro de acción, distinguiendo si los pacientes habían sido atendidos en servicios de urgencias pediátricos o no. Analizaron, además, si se habían prescrito los antibióticos adecuados en primera línea y si las prescripciones eran concordantes con los protocolos de tratamiento para infecciones respiratorias altas.
 
De una media anual de 29 millones de visitas de niños a los servicios de urgencias en Estados Unidos, sólo un 14% (intervalo de confianza [IC] del 95%: 10-20) se llevó a cabo en servicios de urgencias pediátricos. Se prescribieron antibióticos con más frecuencia en los servicios de urgencias no pediátricos que en los pediátricos (el 24 frente al 20%; p <0,01). De todos los antibióticos prescritos, un 44% (IC del 95%: 42-45) eran de amplio espectro, y un 32% (IC del 95%: 30-34), en total algo más de 2 millones por año, no estaban indicados. Al comparar los servicios de urgencias pediátricos con los no pediátricos, en estos últimos se prescribían con más frecuencia macrólidos (el 18 frente al 8%; p <0,0001) y existía una menor frecuencia de concordancias de antibióticos de primera línea según las guías, para las condiciones respiratorias estudiadas (el 77 frente al 87%; p <0,001). Los niños con asma, bronquitis y crup
recibían una calidad de atención superior en los servicios pediátricos, donde se les realizaban, además, menos exploraciones complementarias innecesarias.
En los servicios de urgencias de Estados Unidos se prescriben anualmente cerca de 7 millones de antibióticos a niños, principalmente en los servicios no pediátricos. El esfuerzo que se está realizando entre los pediatras para hacer una prescripción adecuada de antibióticos debe trasladarse a los centros de urgencias no pediátricos que atienden a niños y adolescentes. Debe evitarse la prescripción de antibióticos en los procesos en que no están indicados, e incrementar el uso de antibióticos de primera línea según las guías de prescripción. En concreto, los macrólidos son los que con más frecuencia se prescriben inapropiadamente en la población pediátrica.
 
Comentario
Los autores de este artículo concluyen que más de 2 millones de prescripciones de antibióticos en sus servicios de urgencias no pediátricos podrían evitarse anualmente si se hiciera el esfuerzo de seguir las guías de consenso. Son unas cifras muy considerables, y éste no es un problema sólo de Estados Unidos.
 
En España, los expertos nos alertan en esta misma línea. Actualmente contamos con guías de trabajo ajustadas a las características de nuestro entorno. En esta línea, por ejemplo, en 2007 se puso en marcha la Guía ABE por iniciativa de un grupo de pediatras de centros de salud y hospitales del Servicio Madrileño de Salud. En 2018, esta Guía pasó a depender de la Asociación Española de Pediatría de atención primaria (AEPap), en concreto del Grupo de Trabajo de Patología Infecciosa (GPI).
 
La Guía ABE está formada por unos documentos de consulta rápida, de acceso libre y gratuito, de gran utilidad para el diagnóstico y el tratamiento inicial de las enfermedades infecciosas más comunes, al alcance de todos los profesionales que atienden a niños y adolescentes. Disponemos de éstos y otros valiosos protocolos de las distintas sociedades científicas de fácil consulta para hacer, entre todos, un uso más racional de los antibióticos. En estos documentos de consenso se subrayan algunas consideraciones prácticas:
  • Es predecible la etiología más frecuente de cada infección si se tienen en cuenta su localización y la edad del paciente.
  • Las infecciones respiratorias altas son las que más prescripción antibiótica generan, y en muchos casos erróneamente, ya que la etiología viral es la más frecuente, sobre todo en la edad pediátrica.
  • Conviene ajustar la dosis y los días de tratamiento de los antibióticos. En los niños también hay que tener en cuenta que la correcta cumplimentación de los fármacos estará muy determinada por el sabor y la facilidad de su administración.
  • Hay que hacer frente a la presión soportada por los médicos al exigir la prescripción de antibióticos, tanto por parte de los padres como por el volumen asistencial al que hacen frente.
  • Se ha observado que la disminución del uso de antibióticos de una manera juiciosa no aumenta la frecuencia de complicaciones.
 
Lo que aporta este trabajo:
Con los datos obtenidos en este estudio, los autores ponen de manifiesto que en la práctica se siguen recetando antibióticos inadecuadamente. Partiendo de estos datos, cabe destacar algunos aspectos:
  • Los niños no son «adultos pequeños»: a la hora de prescribir tratamientos, en concreto antibióticos, las indicaciones son diferentes.
  • Una elevada proporción de antibióticos administrados a niños y adolescentes se prescriben en los servicios de urgencias, ámbito asistencial en el que hay que poner especial atención.
  • Todos los profesionales (pediatras o no) que atienden a niños y adolescentes deben conocer las guías de consenso para el tratamiento de enfermedades infecciosas.
  • Hay que fomentar el uso apropiado de antibióticos para maximizar el impacto terapéutico y minimizar la toxicidad, el desarrollo de resistencias y los costes.
 
C. Esteve Cornejo
Pediatra. Clínica Universidad de Navarra. Madrid
 
Toxicidad del cannabis en pediatría
Cannabinoid toxicity in pediatrics
Blohm E, Sell P, Neavyn M. Curr Opin Pediatr. 2019; 31: 256-261.
 
Resumen
La legalización del cannabis en varios estados norteamericanos ha favorecido su accesibilidad. Aunque el consumo global de marihuana permanece estable, ha aumentado entre adultos jóvenes, padres con niños pequeños en casa, probablemente por la baja percepción del riesgo producido por su uso. Este hecho conlleva un riesgo mayor de ingestión en niños, ya sea accidental o exploratoria. Por otra parte, sólo se dispone de datos del uso de cannabinoides sintéticos a partir de 2014.
 
Toxicidad aguda
Farmacocinética y farmacodinámica de los cannabinoides
El principal componente psicoactivo del cannabis es el tetrahidrocannabinol (THC), responsable de la mayoría de sus efectos psicotrópicos, aunque existe más de un centenar de compuestos cannabinoides. Hay receptores de cannabinoides en numerosas partes del sistema nervioso central, lo que explica la compleja constelación de síntomas de la intoxicación por cannabis.
 
Cuando la marihuana se fuma, las concentraciones séricas del THC alcanzan el pico en minutos para descender rápidamente, lo que hace difícil detectar la intoxicación aguda en un análisis de sangre. Los efectos psicotrópicos del THC persisten bastante tiempo después de que las concentraciones séricas lleguen a ser indetectables. El metabolito final del THC, el THC-COOH, se detecta en orina hasta 3-5 días después de la exposición a la droga en una única ocasión.
 
En la pasada década han surgido nuevos cannabinoides sintéticos, los agonistas del receptor de cannabinoide sintético (ARCS). Los laboratorios clandestinos cambian ciertos aspectos de su estructura para hacer difícil su detección por los laboratorios de referencia toxicológica. Estos productos tienen un perfil farmacodinámico muy diferente, lo que aumenta el riesgo de reacciones adversas.
 
Los ARCS son fáciles de producir y a menudo permanecen sin detectar en los test de drogas, lo que los hace atractivos para los adolescentes. Producen efectos clínicos muy distintos a los de la marihuana. Ha habido numerosos brotes toxicológicos asociados con los ARCS; el más reciente un brote «zombi» en Nueva York, donde múltiples pacientes se presentaron con una alteración profunda de la conciencia y una marcha zombi después de usar AMB-FUBINACA (un tipo de ARCS). Aunque se ha desarrollado un antagonista (rimonabant) para la toxicidad cannabinoide en humanos, todavía no está disponible para su empleo.
 
Productos comestibles con cannabis
Los extractos de cannabis se infunden con frecuencia en alimentos comunes, como brownies, galletas, dulces y bocadillos. Contienen hasta 10-20 veces mayor cantidad de THC que la dosis inhalada habitual. Es fácil que los niños lo puedan ingerir al confundirlo con un alimento normal. Tras la ingestión presentan letargia, ataxia, convulsiones, coma y taquicardia hasta el 83% de los pacientes. Entre los niños menores de 10 años que acuden a un hospital por exposición a THC, en la mitad de los casos ésta se debe a la ingestión de un producto de marihuana comestible. Muchos de estos casos ocurren por una mala supervisión del niño, la carencia de un envasado resistente o un almacenamiento inadecuado. Es necesario que los médicos aconsejen a los cuidadores sobre los principios del manejo de estas drogas en el hogar, para evitar el envenenamiento accidental.
 
Cannabis vaporizado
La administración inhalada de THC entre adolescentes ha cambiado significativamente con la llegada de los dispositivos de cigarrillos electrónicos. Entre los estudiantes de secundaria que usan cigarrillos electrónicos, aproximadamente el 28% ha usado el dispositivo para vaporizar THC.
 
Consecuencias en el desarrollo
El uso y abuso de medicaciones y drogas ilícitas durante el embarazo tiene efectos negativos sobre el feto y el neonato. El cannabis es la sustancia ilícita más usada entre las mujeres embarazadas. Es bien conocido el efecto negativo del tabaco y del alcohol sobre el feto durante el embarazo. Sin embargo, esa preocupación no es la misma en el caso del cannabis, cada vez mayor a medida que aumenta la evidencia de que la exposición prenatal al cannabis podría afectar al desarrollo neurológico fetal y del neonato posteriormente. También la exposición prenatal al cannabis se asocia con un mayor riesgo de uso en la adolescencia tardía y en la etapa adulta temprana.
 
Los bebés también pueden estar expuestos al cannabis a través de la leche materna y su entorno doméstico, y también los niños de forma indirecta en el hogar por el humo de cannabis. 
 
Varios estudios han demostrado que a largo plazo el consumo de cannabis lleva a una disminución del pensamiento abstracto y la concentración, con un aumento en la incidencia de la impulsividad, la depresión y la hiperactividad.
 
Lo que aporta este trabajo:
El cambio en la situación legal del consumo de cannabis y derivados ha aumentado de forma significativa la exposición a esta droga en la edad pediátrica. En Estados Unidos, las visitas a urgencias por la exposición al cannabis y sus derivados se han duplicado en pocos años. Esta exposición ocurre tanto por ingestas accidentales en niños pequeños como por usos exploratorios en adolescentes. Ocurre además en un contexto de escasa concienciación sobre las repercusiones a largo plazo de su consumo. Los cuadros suelen mostrar una sintomatología diversa, y el pediatra debe incluir la ingesta de cannabis en el diagnóstico diferencial de cuadros de alteración de la conciencia o de la conducta, así como en cuadros digestivos con un gran componente de náuseas, vómitos y dolor abdominal. Es labor del pediatra vigilar, educar y aconsejar a sus pacientes sobre el uso de estas sustancias. Y es tarea de las Administraciones considerar los riesgos potenciales a los que se somete a las poblaciones vulnerables cuando se favorece la exposición –aun con usos recreacionales– de productos como el cannabis.
 
M.J. Galiano Segovia
Centro de Salud María Montessori. Leganés (Madrid)
 
 
 
Escoliosis idiopática en adolescentes: preguntas frecuentes que debe responder el médico de atención primaria 
Ghanem I, Zizkallah M. Curr Opin Pediatr. 2019; 31: 48-53.
 
 
Resumen
La escoliosis es una deformidad tridimensional de la columna vertebral. El tipo más frecuente es la escoliosis idiopática de la adolescencia (EIA), que se desarrolla en niños por lo demás sanos, y con más frecuencia en niñas alrededor de la pubertad. Los estudios epidemiológicos muestran que alrededor del 2-4% de la población de riesgo (niñas de 10-16 años de edad) desarrollará algún grado de curvatura de la columna.
Se han llevado a cabo muchos estudios para intentar determinar qué factores influyen en su desarrollo, incluidos los factores genéticos, ambientales y biomecánicos.
Existe un gran interés social respecto a la EIA, ya que es una enfermedad frecuente y se percibe como una causa de deterioro de la calidad de vida. La mayoría de los padres tienen muchas preguntas sin respuesta, miedos y creencias en relación con la EIA y sus posibles tratamientos.
 
Comentario
Los autores del presente artículo realizan una revisión de las publicaciones recientes sobre la EIA, los factores asociados y su repercusión en la vida adulta, y llegan a diversas conclusiones.
En cuanto al impacto de las carteras escolares y la sobrecarga de peso, estos autores no han observado ninguna evidencia científica de asociación con el desarrollo de escoliosis; sin embargo, consideran que los pacientes diagnosticados de EIA deberían cargar la mochila de forma simétrica (sujetándola con las dos asas a la espalda) y evitar que la carga exceda el 10% de su peso corporal, según un consenso europeo, o el 20% según la Academia Americana de Pediatría.
No se ha encontrado ninguna relación entre la realización de ejercicio sistemático en general y el desarrollo de EIA, aunque se ha observado que la natación de competición y el ballet clásico, especialmente si se ha iniciado antes de los 7 años de edad, están asociados con una mayor frecuencia de EIA.
La EIA es más frecuente entre la población femenina (la padece un 85% más de mujeres que de hombres). Los padres de las pacientes con EIA muestran cierta preocupación por la posible futura repercusión conyugal y reproductiva de sus hijas. No se han observado diferencias en las tasas de nupcialidad entre las mujeres con EIA y las de grupos control, ni entre las tratadas quirúrgicamente o con corsés, aunque algunos estudios sí reflejan cierta limitación en la actividad sexual por problemas de espalda en pacientes con EIA, independientemente del tratamiento que hubieran seguido. Las limitaciones se debían a la dificultad en la participación en actividades físicas más vigorosas o a un acomplejamiento por el aspecto físico, más que por dolor.
En cuanto a los embarazos, aunque no se aprecian diferencias significativas, parece que existe una tendencia a incrementarse la nuliparidad en las mujeres con EIA. También se ha observado una tasa más elevada de necesidad de tratamientos de fertilidad en las pacientes con EIA, pero no se encuentran diferencias respecto a la edad gestacional. Aunque en las pacientes con EIA se refirió cierto incremento del dolor en la parte baja de la espalda durante el embarazo, éste no fue significativo. En algunas mujeres se detecta un ligero incremento de la curva escoliótica durante el embarazo, pero sin repercusión clínica.
Aunque se había publicado que existía una tasa de fallos en la anestesia epidural superior en mujeres con EIA tratadas quirúrgicamente, en recientes estudios se aprecia un incremento del éxito de la epidural en estas pacientes. Se ha encontrado una tasa de cesáreas similar tanto en las mujeres afectadas de EIA como en los grupos control, aunque en las pacientes con EIA que habían sido intervenidas, el parto vaginal tuvo que ser instrumentado en un mayor número de casos. Las complicaciones perinatales son similares tanto en las pacientes con EIA como en los grupos control. 
Otro aspecto que cabe tratar es la relación entre la EIA y la calidad de vida de estos pacientes. Las evidencias disponibles muestran que los adultos con una EIA tienen una actividad física similar a los controles, aunque algo menor en los que han sido tratados quirúrgicamente. De todas formas, en uno de los estudios revisados por los autores del presente artículo se ha observado que cuanto más caudal sea la fusión de las vértebras en el tratamiento quirúrgico, más se ve afectada la calidad de vida. En cualquier caso, los adultos con EIA, tanto si han sido tratados como si no, tienen una buena calidad de vida.
No se ha encontrado ninguna evidencia científica de asociación entre el uso de las mochilas escolares y el desarrollo de escoliosis; sin embargo, se aconseja que los pacientes diagnosticados de EIA lleven las mochilas sobre la espalda de forma simétrica y que la carga no exceda el 10-20% del peso del paciente.
No se aprecia ninguna relación entre la realización de ejercicio físico en general y el desarrollo de EIA, pero si se practica natación de competición o ballet clásico, especialmente si se inicia antes de los 7 años de edad, se observa una mayor frecuencia de EIA.
En las mujeres diagnosticadas de EIA se describe cierta limitación en la actividad sexual y una mayor necesidad de tratamientos por infertilidad. No se encuentran diferencias en cuanto a la edad gestacional, las complicaciones perinatales o la tasa de cesáreas en relación con los grupos control.
Los adultos con EIA tienen una actividad física similar a los controles, aunque algo menor en los tratados quirúrgicamente. En cualquier caso, tienen una buena calidad de vida.
 
Lo que aporta este estudio:
En este artículo los autores realizan una revisión de las publicaciones recientes sobre EIA, con el objetivo de aportar a los médicos de atención primaria evidencias científicas para responder a las preguntas más frecuentes de los padres. Aclaran así las dudas que se plantean sobre la relación de la EIA con las mochilas escolares, el ejercicio físico, su repercusión en la salud reproductiva de la mujer, y el pronóstico y la calidad de vida en la edad adulta.
 
C. Esteve Cornejo
Pediatra. Cínica Universidad de Navarra. Madrid
 
Disciplina eficaz para criar niños sanos
Sege RD, Siegel BS; Council on Child Abuse and Neglect; Committee on Psychosocial Aspects of Child and Family Health. Effective Discipline to Raise Healthy Children. Pediatrics. 2018;142(6):e20183112. Pediatrics. 2019 Feb;143(2).
 
 
Resumen
Los padres piden consejo a los pediatras cada vez con más frecuencia sobre cómo educar a sus hijos con disciplina.
En 1989, la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño pidió a todos los estados miembros que prohibieran el castigo corporal e instituyeran programas educativos basados en una autoridad positiva.
El desarrollo normal de los niños requiere el compromiso activo de los adultos, quienes, entre otras funciones, deben enseñarles un comportamiento aceptable. Por ello, el empleo de estrategias de disciplina efectiva, adecuadas a la edad del niño y a su desarrollo, le ayuda a regular su propio comportamiento, a protegerlo de peligros y a desarrollar habilidades para alcanzar un buen desarrollo cognitivo y socioemocional. Por tanto, es recomendable que en la consulta del pediatra se comente qué tipo de elementos de autoridad se emplean para educar a los hijos.
 
Uso del castigo corporal
En un estudio realizado en Estados Unidos, en 2004, se constató que la mayoría de los padres usaba una estrategia de disciplina verbal antes del castigo corporal, pero sólo transcurría una media de 30 segundos antes de recurrir al castigo físico, lo que sugiere que la respuesta era impulsiva. Los resultados del castigo físico eran transitorios: antes de los 10 minutos, la mayoría de los niños (73%) había reanudado el mismo comportamiento por el cual habían sido castigados.
La evidencia obtenida de otro estudio de cohortes longitudinal sugería que el castigo corporal de los niños se asociaba con comportamientos posteriores agresivos. El estudio se basaba en una cohorte de aproximadamente 5.000 niños de 20 grandes ciudades norteamericanas nacidos entre 1998 y 2000; los datos se recogían al nacimiento y a los 1, 3, 5 y 9 años de edad. Los niños más pequeños que eran azotados más de 2 veces por mes antes de los 3 años eran más agresivos a la edad de 5 años. Un metaanálisis posterior demostró que no se obtenía ningún beneficio a largo plazo del castigo físico, y concluía que cuanto más se azotaba a los niños, peor comportamiento mostraban, lo que a su vez llevaba a un nuevo castigo físico (espiral negativa compleja).
Los niños de orfanatos que experimentaron abusos o negligencias durante su estancia en ellos pueden mostrar comportamientos desafiantes, que se ponen de manifiesto en las familias de acogida. Existen programas para ayudar a los padres adoptivos en la educación de estos niños.
Un castigo corporal repetido puede afectar negativamente a las relaciones parentales. También se asocia a un riesgo aumentado en los niños de desarrollar alteraciones en la salud mental y problemas cognitivos.
El riesgo de castigo físico aumenta en las familias que están pasando por situaciones estresantes, como problemas económicos, problemas de salud mental, violencia de pareja o abuso. Los padres depresivos tienen valoraciones más negativas del comportamiento del niño y, como consecuencia de ello, utilizan el castigo corporal más frecuentemente. También los padres que han pasado por algún trauma en su infancia usan disciplinas más severas ante comportamientos negativos de sus hijos, en un intento de prevenir futuros problemas de conducta.
El castigo corporal en niños menores de 18 meses aumenta la probabilidad de que se produzcan lesiones. Una historia continuada de castigo corporal se asocia con cambios en la anatomía del cerebro, que en la resonancia magnética se observa como una reducción del volumen de la sustancia gris cortical prefrontal.
 
Estrategias para promover disciplina efectiva
Los pediatras pueden ayudar a los padres proporcionando información acerca del desarrollo del niño y estrategias de crianza, en la que se debe evitar cualquier forma de castigo corporal, ya que ésta no es efectiva y aumenta su agresividad y enfado en lugar de enseñarle responsabilidad y autocontrol. Estas recomendaciones se pueden apoyar mediante material por escrito sobre educación parental o mostrando vídeos.
La Academia Americana de Pediatría facilita a los padres contenidos sobre cómo educar a los hijos de una forma ordenada mediante distintas iniciativas: «Healthychildren.org» en la web y su «Connected kids: safe, strong, secure and bright futures programs». Cada uno de estos recursos anima a los padres a usar refuerzos positivos como un medio fundamental para enseñar comportamientos aceptables a sus hijos.
 
Conclusiones
Los pediatras deben aconsejar a los padres sobre la educación de sus hijos y, al mismo tiempo, informarles sobre otros recursos a los que pueden acceder y animarles a utilizarlos. Deben informar sobre los riesgos del castigo corporal y su falta de eficacia para conseguir mejorar las conductas o comportamientos de sus hijos.
 
Lo que aporta este estudio:
Educar a un niño no es tarea fácil. Educar a los niños en la responsabilidad y respeto requiere altas dosis de paciencia, pero, sobre todo, de cariño. Y el castigo físico nunca es una buena solución, e incluso contribuye con frecuencia a empeorar la situación. La tarea del pediatra es velar por la salud del niño y favorecer que se desarrolle de una forma adecuada. Asesorar a los padres sobre las mejores herramientas para conseguir una educación responsable entra dentro de sus tareas.
 
M.J. Galiano Segovia
Pediatra. Centro de Salud María Montessori. Leganés (Madrid)
Introducción: El tratamiento con hormona de crecimiento (GH) en pacientes con síndrome de Prader-Willi (SPW) está aprobado en Europa desde 2001. A diferencia de otras indicaciones de la GH, su uso no sólo está enfocado a incrementar la talla final, sino también a mejorar la composición corporal, la fuerza muscular y la capacidad cognitiva. Sin embargo, sigue habiendo dudas sobre los beneficios reales del tratamiento y sus potenciales efectos adversos. Este hecho limita en parte el uso de la GH, y dificulta que se beneficien de manera sistemática todos los pacientes susceptibles de ser tratados.
Material y métodos: Se ha realizado una revisión de la literatura en Pubmed introduciendo «Prader-Willi» y «hormona de crecimiento» como palabras clave, en inglés y castellano, sin límite de fecha de publicación.
Resultados: Se discuten los condicionantes que tradicionalmente han limitado el uso de la terapéutica con GH, y se actualizan ciertos aspectos controvertidos, como la edad de inicio del tratamiento y su prolongación en la edad de transición y la edad adulta. 
Conclusiones: El tratamiento con GH es seguro y eficaz en pacientes con SPW. La GH produce una mejora en el crecimiento, pero también aporta beneficios importantes en la composición corporal, el perfil metabólico y la función cognitiva. El inicio del tratamiento debería ser lo más precoz posible, preferiblemente antes del año de edad.
 
Publicado en Revisión
Introducción: El síndrome de Down (SD) es la anormalidad cromosómica más frecuente; hasta dos tercios de los niños con SD presen-ta una posible pérdida auditiva que puede comprometer el desarrollo del lenguaje. El objetivo de esta revisión es describir la preva-lencia de la pérdida auditiva en niños con SD, los factores de riesgo y su relación con el desarrollo del lenguaje. 
Metodología: Revisión sistemática de la literatura. Se identificaron 69 artículos a través de las bases de datos PubMed, Science Di-rect y Scopus. En función de los criterios de inclusión, se escogieron 35 artículos. 
Resultados: La prevalencia de pérdida auditiva en niños con SD oscila entre el 34 y el 36%. La alteración de tipo conductivo aso-ciada a otitis media con efusión y un canal auditivo estrecho son los factores de riesgo más frecuentes. La implantación de tubos de timpanostomía demuestra unos índices de curación de la otitis media y una mejoría de la agudeza auditiva significativamente meno-res que en la población general. Otro tipo de implantes, como el BAHA (bone anchored hearing aids) y el coclear, muestran benefi-cios sobre la calidad de vida y el desempeño físico y social; sin embargo, los estudios realizados al respecto adolecen de una muestra limitada que no permite sacar conclusiones. Finalmente, no existe evidencia de una relación directa entre la pérdida auditiva y el desarrollo del lenguaje en niños con SD. 
Conclusiones: Se debe realizar un cribado auditivo en el periodo neonatal y un seguimiento con un diagnóstico adecuado de las in-fecciones del oído durante toda la infancia en los niños con SD, lo que permitiría establecer un tratamiento apropiado y disminuir las posibles alteraciones del lenguaje.
 
Publicado en Revisión

 

Effect of minimal acupuncture for infantile colic: a multicentre, three-armed, single-blind randomised controlled trial (ACU-COL) 

Landgren K, Hallström I.
Acupunct Med. 2017; 35(3): 171-179. 
 
 
El llanto prolongado en el lactante constituye un problema importante en un 10-20% de las familias. Además del dolor en el niño, los padres sufren un gran estrés. Si la duración del llanto y/o malestar es superior a 3 horas al día durante más de 3 días a la semana, se define como cólico infantil (CI).
El papel de la acupuntura en el tratamiento del CI es controvertido, y las evidencias de su eficacia son escasas. En el tratamiento con acupuntura se emplean dos formas diferentes: un estilo de orientación neurofisiológica con dosis estandarizadas para todos los pacientes en un único punto, y otra forma, más cercana a la medicina tradicional china, más individualizada, que emplea diferentes puntos de punción en función de la sintomatología que describe el paciente.
En el estudio que nos ocupa, los autores realizaron un ensayo multicéntrico, de tres grupos, simple ciego, aleatorizado y controlado, con el objetivo de evaluar y comparar los efectos de dos tipos diferentes de acupuntura frente al no uso de esta técnica en los niños diagnosticados de CI, en centros de salud de la red pública de Suecia.
La captación de los participantes se realizó en 4 centros de salud de 4 ciudades de Suecia, en el periodo comprendido entre enero de 2013 y mayo de 2015. Los padres de 426 niños (entre 2 y 8 semanas de edad) sanos, con buena ganancia ponderal y que presentaban un llanto prolongado e intenso, solicitaron participar en el estudio. Durante 1 semana, los padres recogieron en un diario los tiempos de malestar, llanto y llanto extenuante (llanto tipo cólico), al mismo tiempo que recibían apoyo telefónico por parte de enfermeras pediátricas.
De los 426 lactantes, 157 cumplían los criterios de CI, y de ellos 147 participaron en el ensayo y 144 lo completaron. Los participantes fueron aleatoriamente distribuidos en tres grupos: A) mínima acupuntura (MA) estandarizada en un solo punto, LI4 (máximo de 5 sesiones), junto con una completa y cuidada atención sanitaria orientada al CI; B) MA semiestandarizada e individualizada, inspirada en la medicina tradicional china (máximo de 5 sesiones), junto con una completa y cuidada atención sanitaria orientada al CI, y C) atención sanitaria como única intervención.
La acupuntura era administrada por acupuntores con experiencia que habían recibido una preparación específica en acupuntura para el cólico. Los participantes de cada grupo acudían al centro de salud 2 veces a la semana durante 2 semanas. En estas visitas la enfermera recogía los datos que los padres referían en cuanto a las modificaciones del llanto, las características de las heces y el sueño, reforzaban la lactancia materna y continuaba dando soporte emocional y consejos a los padres. El estudio se completaba con una encuesta telefónica efectuada 6 días después de la última visita al centro de salud.
 
Resultados
En todos los grupos, tratados con y sin acupuntura, se observó una mejora del cólico. Comparados con los niños del grupo que no recibió acupuntura (C), los de los grupos que sí la recibieron (A y B) registraron una reducción significativa en el tiempo que pasaban llorando desde el comienzo hasta la segunda semana de intervención (p= 0,05) y en el tiempo de cólico desde el comienzo del estudio hasta su conclusión (p= 0,031).
No se describieron efectos adversos sustanciales (un 8% presentó un llanto superior a 1 minuto de duración y muy pocos niños presentaron un mínimo sangrado), probablemente debido, en parte, a la alta experiencia de los acupuntores.
 
Discusión
Los autores de este estudio plantean dudas acerca de la suficiencia de la dosis empleada: ¿resultó ser demasiado débil como consecuencia de no buscar la sensación «de qui» (sensación de acupuntura)? Otras cuestiones como la idoneidad del número de agujas empleado, el tiempo de estimulación y la adecuación de los intervalos entre sesiones aún quedan por resolver.
El estudio demostró que una MA provoca efectos terapéuticos, lo que apoya la recomendación de no utilizarla como placebo en trabajos de investigación.
Un hallazgo clínico relevante es el hecho de que muchos de los padres que inicialmente percibían el llanto y malestar de sus hijos como excesivo, relataban valores normales tras describir en un diario, detalladamente, las características del llanto y después de retirar las proteínas de vaca de la dieta de las madres lactantes y/o de la fórmula láctea. Los autores de este trabajo recomiendan estas dos medidas como primer paso en las intervenciones sobre niños con un llanto excesivo para evitar tratamientos innecesarios.
Del planteamiento del trabajo y de los datos obtenidos destaca la importancia del estrecho y continuo contacto de los padres con la enfermera pediátrica en los beneficios logrados. El apoyo emocional, los consejos y los cuidados que recibían tanto los padres como los niños en cada una de las visitas realizadas se ven reflejados en la mejoría que experimentó el grupo que no recibió acupuntura (C).  
 
Lo que aporta este estudio:
El llanto prolongado e intenso es un problema que causa sufrimiento en los niños y un gran estrés en los padres. El hecho de tenerlo en cuenta y recibir un consejo profesional adecuado alivia la situación de los niños y de sus padres. Además, el uso de formas de medicina no convencional (p. ej., la acupuntura), aplicada por manos expertas, puede resultar beneficioso en algunas patologías. El cólico del lactante es una de ellas. La MA se muestra como un tratamiento seguro, con efectos adversos muy escasos y leves, y podría aplicarse en los centros de salud de la red pública sanitaria.
 
 
L. Carretero Carretero
Pediatra. Centro de Salud «Santa Isabel». Leganés (Madrid)
 
 

 

Mother-infant room-sharing and sleep outcomes in the INSIGHT study

Paul IM, Hohman EE, Loken E, Savage JS, Anzman-Frasca S, Carper P, et al.
Pediatrics. 2017; 140(1): e20170122.
 
 
La Academia Americana de Pediatría (AAP) recomendó, en noviembre de 2016, que los lactantes durmieran en la habitación de sus padres, en superficies separadas, idealmente durante todo el primer año, pero al menos los 6 primeros meses. El primer objetivo de dicha recomendación era minimizar el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) y otras patologías relacionadas con el sueño.
Teniendo en cuenta que el 90% de los SMSL se producen antes de los 6 meses, se cuestionan las recomendaciones de la AAP. Además, distintos estudios valoran la calidad del sueño de los niños, ya que un buen descanso es fundamental tanto para el niño como para sus padres. Un sueño inadecuado afecta a casi todas las esferas de la salud, incluida la regulación emocional, el estado de ánimo y el comportamiento.
Uno de los trabajos que cuestionan estas recomendaciones es el que publican Paul et al., en el que se reclutaron parejas de madre-recién nacido (RN) para participar en el estudio INSIGHT (Intervention Nurses Start Infants Growing on Healthy Trajectories), un ensayo para prevenir la obesidad, desde enero de 2012 hasta marzo de 2014. Los criterios mayores de inclusión eran RN a término, con un peso >2.500 kg, edad de las madres ≥20 años y que hablaran inglés. Las parejas eran asignadas aleatoriamente 2 semanas después del nacimiento a un grupo de crianza responsable o a un grupo control de seguridad. Los padres que compartían cama con sus RN eran excluidos, porque el objetivo era comparar a los que dormían en una habitación independiente con los que compartían habitación pero no cama (según las indicaciones de la AAP). Las enfermeras del proyecto de investigación realizaban una visita al domicilio a las 3 y 4 semanas, y a los 4, 6 y 9 meses. Al cabo de 1 y 2 años, las visitas se efectuaban en el centro de investigación. El grupo de crianza responsable recibía unas guías para animar a los padres, en la visita de las 3 semanas, a mudar al niño a una habitación independiente a los 3 meses, y esto se reforzaba en la visita de los 4 meses. El grupo control de seguridad recibía educación respecto a la prevención del SMSL, lo cual incluía una observación directa del ambiente de sueño tras la visita de la enfermera, con un feedback individual para mejorar la seguridad en las primeras tres visitas domiciliarias.
Las madres rellenaban las encuestas sobre el sueño del lactante (en las que se valoraba el lugar donde éste dormía, las actividades realizadas antes de ir a dormir y los patrones de sueño), de forma online o enviadas por correo. También se valoraba la calidad del sueño materno.
 
Resultados
De los 279 participantes, 259 (93%) permanecieron en el estudio hasta los 9 meses, pero 20 se excluyeron porque hacían colecho a los 4 y/o 9 meses, y otros 9 por no disponer de datos sobre el sueño. La muestra final estuvo constituida por 230 parejas madre-RN.
La mayoría de los lactantes (142; 62%) dormía en una habitación separada a los 4 meses, 62 (27%) empezaron a dormir solos entre los 4 y los 9 meses, y 26 (11%) compartían habitación a los 9 meses.
A los 4 meses no se encontraron diferencias significativas en la duración del sueño total o nocturno entre los niños que dormían solos o compartían habitación; sin embargo, la consolidación del sueño era mejor en los que dormían solos a los 4 meses. El número medio de despertares nocturnos era similar en los dos grupos a esa edad. Los que dormían solos hacían menos tomas por las noches. Además, los niños que compartían habitación también tenían el doble de probabilidades de ser alimentados para volver a dormir por la noche, comparados con los que dormían solos.
A los 9 meses se observaban diferencias significativas en la duración del sueño nocturno entre grupos. Los niños que dormían solos antes dormían más (627 ± 67 min) que los que lo hacían de forma más tardía (601 ± 73 min), y éstos, a su vez, más que los que compartían habitación (587 ± 83 min) a los 9 meses.
A los 12 meses de edad no se observaban diferencias entre grupos respecto a la duración del sueño nocturno o diario total. Sin embargo, a los 30 meses, los que dormían solos precoz y tardíamente, dormían 45 minutos más de media por la noche que los que compartían habitación a los 9 meses. La duración del sueño total diario era similar entre grupos a los 30 meses.
 
Discusión
Estos análisis secundarios desde el estudio INSIGHT demuestran que compartir habitación padres-lactantes a los 4 y 9 meses se asocia a un menor sueño nocturno, una peor consolidación del sueño y unas prácticas de sueño inseguro previamente asociadas a la muerte relacionada con el sueño.
Compartir habitación también se asocia a un sueño inadecuado más tarde durante la infancia, lo cual resalta la importancia de desarrollar comportamientos saludables relativos al sueño durante los primeros meses de vida. El sueño de los lactantes repercute en el sueño de los padres. La fatiga se expresa como quejas somáticas, ansiedad, depresión, paranoia y accidentes o heridas no intencionadas. Se debería considerar la fatiga de los padres en cualquier guía relativa al sueño del lactante.
También compartir habitación se asocia a una transición por la noche a compartir cama, lo cual está claramente desaconsejado por la AAP.
 
Conclusiones
A pesar de las limitaciones de este estudio, parece que el hecho de compartir habitación hasta la edad de 1 año, tal como recomienda la AAP, se asocia a peores datos en cuanto a la duración y consolidación del sueño, y a un mayor riesgo de compartir cama, que sí está relacionado con el SMSL. Por tanto, se sugiere que la AAP debería reconsiderar y revisar estas recomendaciones.  
 
Lo que aporta este estudio:
Las prácticas de sueño saludable se establecen durante el periodo de lactancia y se fundamentan, por una parte, en garantizar un sueño seguro –evitar las prácticas con riesgo de sofocación, como el hecho de compartir cama– y, por otra, en facilitar periodos prolongados de sueño para el niño y sus padres. Esta cuestión aparentemente sencilla puede entrar en colisión con otras prácticas no refrendadas por las sociedades científicas pediátricas. El pediatra debe incorporar el consejo sobre los patrones de sueño de los niños durante toda la etapa infantil.
  
 
M.J. Galiano Segovia
Pediatra. Centro de Salud María Montessori. Leganés (Madrid)
 
 
 

 

 
Thorning TK, Raben A, Tholstrup T, Soedemah-Muthu SS, Givens I, Astrup A.
Food Nutr Res. 2016; 60: 32.527.
 
Mucho se ha comentado sobre los efectos del consumo de leche y derivados lácteos sobre la salud. En la mayoría de ocasiones se manejan fuentes inconsistentes o poco contrastadas. Y en la práctica se ha traducido en un descenso en el consumo de estos productos y su sustitución, en muchas ocasiones, por bebidas vegetales.
 
El trabajo comentado tiene como objetivo valorar la evidencia científica, fundamentalmente en metaanálisis de estudios observacionales y ensayos clínicos, sobre la ingesta de lácteos y el riesgo de padecer obesidad, diabetes mellitus tipo 2 (DM2), enfermedad cardiovascular, cáncer y mortalidad por todas las causas.
 
Los autores revisan el estado de la ciencia en relación con cada una de las enfermedades citadas, y establecen las siguientes conclusiones:
1. Una dieta rica en lácteos reduce el riesgo de obesidad infantil y mejora la composición corporal en los adultos. Parece disminuir el riesgo de padecer DM2, en especial los lácteos fermentados. También ayuda al control del peso cuando se siguen dietas restrictivas.
2. El consumo de 200-300 mL/día de productos lácteos no aumenta el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular. Específicamente, existe una asociación inversa con la hipertensión arterial y el riesgo de accidente cerebrovascular.
3. La ingestión de leche y derivados lácteos tiene un efecto positivo sobre la salud ósea durante la infancia y la adolescencia, pero sólo una eficacia limitada en la edad adulta y en el riesgo de fractura en la ancianidad.
4. De acuerdo con los estudios más recientes, el consumo de lácteos probablemente tenga un efecto protector frente al cáncer colorrectal, el cáncer de vejiga, el cáncer gástrico y el cáncer de mama. No parece estar asociado a una mayor incidencia de cáncer de páncreas, de pulmón o de ovario, y su relación con el cáncer de próstata es poco consistente.
5. No se ha demostrado ninguna asociación entre el consumo de leche y derivados lácteos y la mortalidad por todas las causas.
 
Es curioso que la carga de la prueba se haya pedido a los alimentos que forman parte de la dieta europea desde hace miles de años y ninguna sobre los productos que los sustituyen (bebidas de soja, almendra o avena). Es más, existe una gran preocupación por la sustitución de los lácteos por estos productos, especialmente en los niños. 
 
Los autores concluyen que los datos científicos apoyan que el consumo de leche y otros lácteos contribuye a cubrir los requerimientos nutricionales y puede proteger frente a las enfermedades no transmisibles más prevalentes, con muy pocos efectos adversos.  
 
Lo que aporta este trabajo:
El ruido que rodea el consumo de algunos alimentos hace que, a veces, «el árbol no nos deje ver el bosque». Sin una explicación científica clara, en los medios de comunicación y la literatura científica gris se ha levantado una verdadera campaña contra el consumo de leche y otros derivados lácteos. Muchas veces detrás sólo hay humo. Esta revisión pretende recoger de una forma narrativa, fácil de seguir, las conclusiones que los datos científicos publicados permiten obtener respecto al consumo de leche y sus derivados. 
 
Llama también la atención sobre la liviandad de su sustitución por bebidas vegetales, muchas de ellas ajenas a nuestra cultura y tradición gastronómica. Cuando menos, habría que exigírseles resultados similares a los productos lácteos.
 
 
 
  
J.M. Moreno-Villares
Unidad de Nutrición Clínica. Hospital Universitario «12 de Octubre». Madrid

 
 
Shaker M, Venter C.
Curr Opin Pediatr. 2016; 28: 567-572.
 
En esta ocasión la puesta al día de esta buena revista de actualizaciones en pediatría se centra en las alergias alimentarias, y nunca más oportunamente, pues éstas constituyen un problema creciente en todo el mundo (hasta el 10% de los niños las presentan según algunos de los informes recientes).

Junto a la bien tipificada alergia mediada por IgE, en la última década se ha avanzado en el conocimiento y la detección de alergia a alimentos no mediada por IgE (son buenos ejemplos de ella el síndrome de enterocolitis inducida por proteínas alimentarias, la enteropatía inducida por alimentos, la protocolitis o la esofagitis eosinofílica). Ya sea uno u otro tipo, conllevan el requerimiento de una dieta restrictiva.

Cuando la restricción abarca varios grupos de alimentos, puede verse comprometido el crecimiento o la ingesta de determinados nutrientes, como el calcio y la vitamina D. Cuanto mayor es el número de alimentos prohibidos, mayor es el riesgo de que se presenten deficiencias nutricionales, de los que en este artículo se comentan algunos casos paradigmáticos (deficiencia de yodo, déficit de ácidos grasos esenciales, xeroftalmia por deficiencia de vitamina A o raquitismo por déficit de vitamina D).

En el seguimiento de los pacientes con alergias alimentarias es preciso un abordaje multidisciplinario. Deben recibir información y consejo sobre los alimentos que hay que evitar, dónde pueden estar presentes y la interpretación del etiquetado, así como sobre las alternativas para alcanzar los requerimientos o cuándo y qué tipo de suplementos se pueden utilizar. Las familias de estos niños deben conocer también los planes de provocación/introducción de los alimentos prohibidos. Se revisa también la recomendación sobre la vacuna de la gripe en niños con alergia al huevo, y se recomienda el uso de la vacuna intranasal o las vacunas inactivadas no basadas en cultivos. No hay ninguna contraindicación para usar la vacuna triple vírica.

Los autores revisan también el estado actual de la inmunoterapia oral de desensibilización y otras alternativas, como la inmunización epicutánea. Finalmente, hacen una reflexión sobre los resultados de estudios recientes (LEAP, con introducción muy precoz en la dieta de alimentos potencialmente alergénicos), que obligarán en un futuro próximo a la actualización de las guías de introducción de la alimentación complementaria.
 
Lo que aporta este trabajo:
Los pediatras se enfrentan cada día a más casos y nuevas formas de presentación de la alergia alimentaria. Surgen nuevos métodos diagnósticos, alternativas de tratamiento y medidas de prevención. En la práctica, una alergia alimentaria cambia la vida diaria del niño y su familia. El profesional encargado de su atención debe anticiparse a los posibles problemas y buscar el apoyo de servicios de referencia para los casos más complejos. ¡Ah!, y habrá que estar atentos a las nuevas recomendaciones sobre el momento y la forma de introducir los alimentos en la dieta del lactante. 
  
M.J. Galiano Segovia
 
Sterling J.
Curr Opin Pediatr. 2016; 28: 490-499.
 
 
Las verrugas y los moluscos contagiosos son infecciones virales muy comunes en la piel y frecuentes en la infancia. A pesar de su frecuencia, existe poca evidencia de los tratamientos usados en estas patologías.
Aunque ambas lesiones se resolverían espontáneamente después de meses o años, con frecuencia se extirpan por razones estéticas, porque provocan dolor o, particularmente las verrugas, por la interferencia con la función. Los moluscos son generalmente asintomáticos, pero pueden llegar a inflamarse, pustular y aparecer cientos de lesiones.
 
Las verrugas
Muchos tratamientos usados de forma regular no están basados en una evidencia sólida. Cuando se comparan con placebo, hasta un 20-30% se resuelven sin medicación. La curación espontánea en los niños es más rápida que en los adultos: dos tercios se resuelven espontáneamente en 2 años y un 80% en 4 años.
  • Tratamientos destructivos: básicamente dañan la epidermis donde se aloja el virus y actúan eliminando los queratinocitos infectados, pero también estimulando una reacción inflamatoria y, probablemente, también inmunológica. Entre ellos destacan el ácido salicílico (buena evidencia con un uso regular), los productos cáusticos (fenol, cantaridín, monocloroacético, tricloroacético, fórmico y ácido pirúvico), la bleomicina, la terapia oclusiva (ocluir los tratamientos tópicos aumenta su efecto, pero la oclusión sola no tiene mayor efecto que el placebo), la crioterapia (muy usada en dermatología, aunque dolorosa; tiene un efecto similar al ácido salicílico, y la combinación de ambos aumenta el efecto) y el tratamiento con láser (también de uso común, más en situaciones especiales de inmunosupresión y verrugas periungueales).
  • Tratamientos antiproliferativos: disminuyen la renovación de la epidermis y pueden alterar el ciclo vital del virus; a menudo también producen un efecto irritante. Entre estos tratamientos se encuentran los análogos de la vitamina D, los retinoides, el 5-fluoruracilo y la podofilina. Algunos se usan fuera de indicación en la ficha técnica. 
  • Tratamientos antivirales: se han usado durante décadas dos preparaciones tópicas, sin apoyo de evidencia científica. El cidofovir tópico se podría utilizar, pero es caro y difícil de obtener.
  • Inmunoterapia: se intenta activar la respuesta inmunitaria contra las células infectadas, que debería imitar el proceso de resolución natural. El imiquimod, un inmunomodulador tópico, se usa fuera de indicación para las verrugas. También se usan la inmunoterapia tópica y la inmunoterapia intralesional.
 
«Molluscum contagiosum»
La evidencia de la eficacia del tratamiento para el molluscum es más escasa que para las verrugas. Muchos autores defienden no tratarlo, ya que la resolución espontánea alcanza el 80% en 18 meses. Es recomendable evitar compartir toallas, esponjas... y evitar la piscina (aunque la importancia de aprender a nadar es mayor que el posible potencial contagioso del molusco).
Durante décadas, casi el único tratamiento para el molusco era el curetaje, mejor aceptado ahora a partir del uso de anestésicos tópicos. La mayoría de los pacientes necesitará 2 o más tratamientos. La crioterapia probablemente sea el tratamiento de elección para niños mayores.
  • Irritantes: la única aplicación autorizada para el tratamiento del molluscum es el hidróxido de potasio, aplicado directamente en soluciones al 5%. La cantarina es otro irritante muy utilizado en Estados Unidos y poco en Europa, aunque algunos estudios recientes no muestran diferencias entre el aclaramiento de la lesión comparado con placebo. Otros posibles irritantes, aunque con poca evidencia científica al respecto, serían el ácido salicílico y el óxido nitroso.
  • Inmunoterapia: la crema de imiquimod al 5% no parece que sea mejor que el placebo. El tratamiento intralesional con antígeno de Candida ha tenido éxito en algunos casos, y la vacuna triple vírica sólo se ha usado en 2 casos.
  • Láser: se ha usado en 2 series recientes para tratar moluscos en 34 niños, y se obtuvo un 84-99% de aclaramiento después de un único tratamiento. 
 
Lo que aporta este trabajo:
Esta revisión reciente constituye una puesta al día de la eficacia de los tratamientos usados más habitualmente frente a las verrugas y el molluscum. Ningún tratamiento se apoya en datos científicos consistentes, aunque los datos disponibles apoyan el uso de salicilatos y crioterapia, y la inmunoterapia tópica e intralesional para las verrugas. Los tratamientos médicos para el molluscum parecen poco eficaces, y el curetaje o la crioterapia parecen ser los tratamientos de elección, en caso de decidir tratar a los pacientes afectados.
 
  
M.J. Galiano Segovia

 

What kinds of cases do paediatricians refer to clinical ethics? Insights from 184 case referrals at an Australian paediatric hospital

McDougall RJ, Notini L.
J Med Ethics. 2016 [en prensa]doi: 10.1136/medethics-2015-103025.
 
Los autores de este trabajo presentan la experiencia sobre las consultas bioéticas en un hospital pediátrico a lo largo de 10 años, y analizan su procedencia, el motivo de consulta y la edad de los niños sobre los que se realiza la consulta. Este hospital cuenta desde hace tiempo con un equipo de consulta ética en pediatría. Para ello, disponen de cuatro médicos a tiempo parcial (equivalente a un facultativo a tiempo completo), un administrativo a tiempo parcial y un amplio equipo de consultores, la mayoría clínicos pero también bioeticistas con formación filosófica. Existen dos tipos de consulta bioética: de tres unidades rutinarias en las que se hace consulta ética (adolescentes con cáncer y tratamientos para preservar la fertilidad, cirugías relacionadas con anomalías genitales y tratamientos hormonales en adolescentes con disforia de género), que no se analizan en este artículo, y consultas no rutinarias. Reciben una media de 20 consultas al año, y 13 de ellas son no rutinarias (184 casos consultados en el periodo de estudio). De ellas, las unidades principales de las que proceden las consultas son: neonatología, oncología, cardiología y cirugía cardiaca, y medicina interna. Las consultas sobre niños menores de 1 año son las más frecuentes, seguidas de las de adolescentes de 14 y 15 años. Los autores clasifican los conflictos en cinco tipos: dudas del equipo sobre la pertinencia del tratamiento, discrepancias de los padres con el tratamiento, discrepancias entre los padres en cuanto al tratamiento, menores maduros o adolescentes que no están de acuerdo con el tratamiento, y niños que se resisten al tratamiento. Aunque en su análisis no proporcionan datos de qué porcentaje corresponde a cada categoría.
La discusión es muy interesante, pues ayuda a entender cómo consiguen tener tanta presencia en el hospital (un centro de referencia de 330 camas pediátricas, sin servicio de neonatología médico aunque sí quirúrgico). La principal explicación es que disponen de medios, humanos y económicos, y que son proactivos en la formación: varias sesiones educacionales en el hospital, que incluyen una conferencia anual de 3 días, visitas periódicas a los servicios, etc. Los autores también comentan que una cuarta parte de los consultas tienen que ver con las dudas del equipo sobre la adecuación del tratamiento, como si «la consulta al equipo de ética fuera una forma de apoyo cuando existe duda o conflicto». Asimismo, señalan alguna de las limitaciones del trabajo, sobre todo el desconocimiento de la valoración que establecen los servicios consultantes a las propuestas del equipo de ética clínica y cómo influyen las recomendaciones en la práctica clínica. 
 
Lo que aporta este trabajo:
No estamos muy acostumbrados en nuestro medio a hacer consultas sobre aspectos éticos en la práctica clínica habitual, aunque el conflicto ético existe. En algunas áreas surgen con mayor frecuencia los aspectos éticos, fundamentalmente en los tratamientos de adolescentes y menores de 1 año de edad. Para favorecer la reflexión ética (equipo facultativo y administrativo, amplio equipo de clínicos consultores, cursos anuales de formación en el hospital, etc.), se reciben unas 20 consultas anuales sobre temas que realmente tratamos los pediatras: dudas del equipo médico sobre la pertinencia de un tratamiento, discrepancias entre el equipo médico y los padres, discrepancias entre los propios padres, negativas al tratamiento por parte de los chicos... Aun en un contexto cultural muy distinto –mediterráneo frente a anglosajón–, es muy loable el esfuerzo de intentar valorar todas las posiciones que se pueden presentar en la relación asistencial. Y nuestros problemas no son muy diferentes. 
  
J.M. Moreno-Villares
Unidad de Nutrición Clínica. Hospital Universitario «12 de Octubre». Madrid

 Nonceliac gluten sensitivity or wheat intolerance syndrome?
 Guandalini S, Polanco  I
 J Pediatr. 2015; 166(4): 805-811.
 
Cada vez es mayor la población que refiere síntomas, sobre todo gastrointestinales, tras la ingestión de alimentos que contienen gluten (trigo, cebada, centeno). El consumo de gluten se asocia a un amplio rango de alteraciones: enfermedad celiaca, alergia al trigo, dermatitis  herpetiforme,  ataxia, neuropatía periférica y, posiblemente, una nueva entidad llamada «sensibilidad al gluten no celiaca» (SGNC).
Estos pacientes con SGNC refieren síntomas intestinales o extraintestinales después de consumir comidas que contienen gluten, que desaparecen con una dieta estricta exenta en gluten. Por definición,  no presentan anticuerpos ni enteropatía característica de enfermedad celiaca (EC). La  denominación SGNC probablemente sea un término «paraguas» que incluya varias entidades clínicas.
En una encuesta  realizada en 486 pacientes italianos se encontraron, entre las manifestaciones gastrointestinales más frecuentes, el dolor o la distensión abdominal, la diarrea y/o el estreñimiento, las náuseas, el dolor epigástrico, el reflujo gastroesofágico y la estomatitis aftosa. Las manifestaciones sistémicas eran principalmente cansancio, dolor de cabeza, dolor de articulaciones o muscular tipo fibromialgia, entumecimiento de brazo o pierna, aturdimiento, dermatitis y alteraciones  psiquiátricas, como depresión, autismo, esquizofrenia o ansiedad. También mostraban  problemas de sueño, déficit de atención e hiperactividad e incluso enfermedades  autoinmunes, como la psoriasis, aunque la prevalencia de enfermedades autoinmunes en la SGNC no parece ser más alta que en la población general.
Es difícil de estimar su prevalencia, ya que no existen unos criterios diagnósticos  objetivos. Parece más prevalente en adultos que en niños, y con mayor afectación en mujeres. También parece más común en parientes de primer grado de algún paciente con EC.
El diagnóstico  se basa en gran medida en lo que cuenta el paciente, con toda la incertidumbre que eso conlleva. Más que unos criterios diagnósticos claros, éste se basa, sobre todo, en la exclusión de EC y alergia  al trigo. Entre un 25 y un 56% de pacientes con SGNC presentan anticuerpos antigliadina positi- vos, sobre  todo IgG, y sólo ocasionalmente IgA. Estos anticuerpos regresan a la normalidad en la gran mayoría de los pacientes con una dieta exenta de gluten durante 6 meses. Carecen de un valor diagnóstico  significativo. El estudio genético (HLA DQ2-DQ8) en estos pacientes no es útil, ya que su prevalencia (40%) es similar a la de la población general (30%), mientras que en los pacientes celiacos llega a casi el 100%. En pocas ocasiones se realiza una prueba de provocación con gluten, pues, como ya se ha comentado, el diagnóstico se basa en la sintomatología referida por el paciente,  y no en datos objetivos.
Los autores  de este artículo plantean que el término SGNC debe considerarse con sentido crítico, pues la sintomatología puede no deberse al gluten en sí, sino a otros componentes presentes en el trigo, como por ejemplo el almidón u otros hidratos de carbono, como los fructanos en el caso de los FODMAPs (fermentable oligosaccharides, disaccharides, monosaccharides and polyols), los inhibidores de la amilasa  y la tripsina, que tienen efecto proinflamatorio en el intestino, entre otros. Algunos pacientes diagnosticados de SGNC pueden  ser enfermos celiacos en sus estadios más precoces, mientras que en otros el trigo (o su retirada) puede actuar como efecto nocebo o placebo.
Por tanto, Guandalini y Polanco sugieren abandonar el término «sensibilidad», al no haberse demostrado ningún mecanismo inmune, y denominarlo, más oportunamente, intolerancia. Tampoco parece adecuado referirlo al gluten, por lo que proponen sustituirlo por un término más amplio pero más honrado: «síndrome de intolerancia al trigo».
 
Lo que  aporta  este trabajo:
La denominación  de «sensibilidad al gluten no celiaca» es un término confuso, y el diagnóstico se basa fundamentalmente en los síntomas referidos por el paciente. Esta filosofía lleva a un sobrediagnóstico del problema. Comenzar por denominar al cuadro con un nombre más apropiado sería dar un primer paso, mientras se diseñan  y llevan a cabo estudios controlados, rigurosos, que permitan responder a todas las preguntas que el cuadro suscita.
 M.J. Galiano Segovia
 
 
Baverstock AC, Finlay FO
Arch Dis Child Educ Pract. 2015.
  
 
Se puede definir la compasión como la preocupación profunda por el sufrimiento de otra persona, unida al deseo de aliviarlo. Los autores de este artículo se preguntan cómo podemos hacer para mantenerla y prevenir su pérdida. Un elemento clave es cómo nos cuidamos  y cuidamos a los miembros de nuestro equipo. Los autores emplean el símil de la recarga de la batería de un móvil como solución: unos días lo usamos poco y la batería está casi cargada del todo; otros, está casi en reserva  y necesita recarga.
 
La pérdida de «batería» puede ocurrir en las personas, en el equipo o en la institución. Hemos de ser capaces de reconocer las señales de alarma de forma temprana antes de llegar a la fatiga, que consiste en «un estado que experimentan las personas que cuidan, de tal manera que la situación extrema de tensión y preocupación por aquellos a los que atienden se convierte en traumatizante para el cuidador». Ese alto precio del cuidado se caracteriza por una sensación de extenuación física y emocional que afecta a nuestra empatía y compasión por el otro. Los autores  señalan un listado de síntomas de fatiga que pueden servir de guía para su detección. Mejorar la atención a uno mismo es la piedra clave para prevenir la fatiga en la compasión. Si no se presta atención a estas señales puede producirse la desmoralización, el burn-out. Puede haber factores estresantes que dependen del equipo de trabajo o de la institución en la que trabajamos que pueden servir como batería pero también, en ocasiones, contribuir a la fatiga de la compasión (citaciones retrasadas, escasez de personal, acoso laboral, etc.).
Existen estrategias para recargar las pilas, algunas internas y otras del exterior de la persona. Entre las primeras podrían incluirse, por ejemplo, establecer límites entre el trabajo y la familia, cultivar las humanidades o practicar mindfulness. Entre las segundas, la tutorización (coaching) o participar en actividades de grupo (teatro, ejercicio, música). Y complementaria a la compasión es nuestra resiliencia, la capacidad de hacer frente a los cambios, a las dificultades. La resiliencia también se entrena, y las habilidades que la potencian pueden ser optimismo, flexibilidad, pensamiento  encaminado a la resolución de problemas, autocontrol, etc.
 
Para ser capaces de continuar siendo compasivos es necesario desarrollar habilidades  personales  sobre la reflexión y la autocrítica. Estas tareas hay que realizarlas también en los equipos y en las instituciones. Hay que desarrollar un ambiente de trabajo que dé pie a la reflexión. Para ello, hay que dejar tiempo para el repaso de la actividad (debriefing), el apoyo a los otros compañeros de trabajo y el repaso de las cargas de trabajo. También forma parte de esta labor el reconocimiento de las cosas que están bien hechas.
Finalmente, los autores sugieren que cada uno sea capaz de desarrollar una «caja de herramientas» personal, que sirva para mantener el nivel de compasión que la buena atención a los pacientes merece.
Lo que  aporta  este trabajo:
La compasión  es una virtud médica clave para conseguir los objetivos de la medicina (curar, aliviar, acompañar), aunque el precio para el médico puede ser elevado si no se establecen estrategias individuales y de grupo para recuperar la ilusión y evitar la fatiga.  El cultivo de las humanidades, saber separar trabajo y familia y participar en actividades de grupo son algunas de las herramientas disponibles para mantener la compasión.
  
J.M. Moreno-Villares 
Servicio de Pediatría. Hospital Universitario «12 de Octubre». Madrid 
 
 
Introducción: En la práctica clínica habitual observamos que algunas familias usan a menudo bebidas a base de vegetales, a veces como parte de una dieta variada y a veces sustituyendo por completo a la leche de vaca. La leche es un alimento fundamental en la infancia, en especial durante el periodo de lactancia y en los niños de corta edad. En caso de que exista una indicación para suprimir la leche de la dieta, debe sustituirse por alimentos de similar valor nutricional.
Objetivo: Revisar la composición nutricional de bebidas vegetales y su posible relación con las deficiencias nutricionales cuando se emplean en lactantes.
Metodología: Se revisa la composición nutricional de bebidas vegetales a partir de la información obtenida de la web y de las etiquetas nutricionales. Se revisa la patología nutricional asociada al consumo de bebidas vegetales en lactantes a partir de una búsqueda bibliográfica en PubMed de los últimos 25 años, con las condiciones vegetable beverages or rice beverages or soy beverages or plant milk beverages or rice milk e infant nutrition.
Resultados: Se describe la composición nutricional de 74 marcas de bebidas vegetales comercializadas en España (24 de soja, 14 de arroz, 12 de almendras, 16 de avena y 8 de horchata de chufa). Hay publicados al menos 27 casos de patología nutricional en lactantes y niños pequeños asociados al consumo casi exclusivo de bebidas vegetales (3 con soja, 15 con arroz y 9 con almendras). Se constata una asociación característica entre la bebida de soja y el raquitismo, la bebida de arroz y el kwashiorkor, así como entre la bebida de almendras y la alcalosis metabólica.
Discusión: Sería deseable que los envases de bebidas vegetales indicasen que no deben consumirse de forma exclusiva antes del año de vida y que no son un alimento completo ni una alternativa nutricional a la leche de vaca. En caso de que un niño siga una alimentación no exclusiva con este tipo de bebidas, el pediatra debería conocer sus riesgos y limitaciones nutritivas para compensar los posibles déficits con otros alimentos.
 
Publicado en Nutrición infantil
Introducción: En la práctica clínica habitual observamos que algunas familias usan a menudo bebidas a base de vegetales, a veces como parte de una dieta variada y a veces sustituyendo por completo a la leche de vaca. La leche es un alimento fundamental en la infancia, en especial durante el periodo de lactancia y en los niños de corta edad. En caso de que exista una indicación para suprimir la leche de la dieta, debe sustituirse por alimentos de similar valor nutricional.
Objetivo: Revisar la composición nutricional de bebidas vegetales y su posible relación con las deficiencias nutricionales cuando se emplean en lactantes.
Metodología: Se revisa la composición nutricional de bebidas vegetales a partir de la información obtenida de la web y de las etiquetas nutricionales. Se revisa la patología nutricional asociada al consumo de bebidas vegetales en lactantes a partir de una búsqueda bibliográfica en PubMed de los últimos 25 años, con las condiciones vegetable beverages or rice beverages or soy beverages or plant milk beverages or rice milk e infant nutrition.
Resultados: Se describe la composición nutricional de 74 marcas de bebidas vegetales comercializadas en España (24 de soja, 14 de arroz, 12 de almendras, 16 de avena y 8 de horchata de chufa). Hay publicados al menos 27 casos de patología nutricional en lactantes y niños pequeños asociados al consumo casi exclusivo de bebidas vegetales (3 con soja, 15 con arroz y 9 con almendras). Se constata una asociación característica entre la bebida de soja y el raquitismo, la bebida de arroz y el kwashiorkor, así como entre la bebida de almendras y la alcalosis metabólica.
Discusión: Sería deseable que los envases de bebidas vegetales indicasen que no deben consumirse de forma exclusiva antes del año de vida y que no son un alimento completo ni una alternativa nutricional a la leche de vaca. En caso de que un niño siga una alimentación no exclusiva con este tipo de bebidas, el pediatra debería conocer sus riesgos y limitaciones nutritivas para compensar los posibles déficits con otros alimentos.
 
Publicado en Nutrición infantil
  • Se trata de una herramienta muy útil y práctica que permitirá a los profesionales sanitarios, sobre todo, pediatras y neuropediatras mejorar el diagnóstico, y por tanto, el tratamiento precoz y el pronóstico de las enfermedades lisosomales. 
  • Las enfermedades lisosomales son un conjunto de más de 50 patologías poco frecuentes entre las que se encuentran las Mucopolisacaridosis (MPS), la enfermedad de Fabry y la enfermedad de Gaucher. En su conjunto se estima que afectan a 1/7700 nacidos vivos.
 
Madrid, 15 de junio de 2015. El coordinador del libro, el doctor Luis González Gutiérrez-Solana, de la Unidad de Enfermedades Neurodegenerativas del Servicio de Neuropediatría del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid, con el apoyo de la compañía biofarmacéutica Shire presenta el libro Pediatría y enfermedades raras. Enfermedades lisosomales, un manual de fácil consulta que aporta información concisa sobre este conjunto de patologías poco frecuentes a profesionales sanitarios, especialmente pediatras y neuropediatras. El objetivo es ofrecerles información sobre las enfermedades lisosomales entre las que se encuentran las Mucopolisacaridosis (MPS), la enfermedad de Fabry y la enfermedad de Gaucher, de forma que les ayude a identificar los principales signos y síntomas de estas dolencias para reconocerlas de forma precoz y facilitar su diagnóstico. 
 
Las enfermedades lisosomales (EL) son un grupo heterogéneo de más de 50 trastornos metabólicos hereditarios. La mayoría están causadas por una deficiencia o alteración en los lisosomas lo que provoca un acúmulo de macromoléculas, la activación de una serie de cascadas patogénicas y, eventualmente, una disfunción multiorgánica progresiva. La mayoría de las EL afectan a los niños. La edad de comienzo y el curso clínico son variables pero casi todas tienen un inicio no congénito y un curso progresivo. Más de la mitad de los pacientes con enfermedades lisosomales presentan afectación neurológica, siendo frecuentes el trastorno cognitivo, la demencia, el déficit motor, las crisis y las alteraciones visuales y auditivas. Otros órganos afectados con frecuencia son: hueso, músculo, hígado, bazo y riñón. Aunque individualmente son muy raras, en conjunto tienen una incidencia aproximada de 1/7.700 nacidos vivos1.
 
Por ello, y dado que se trata de patologías poco frecuentes, con una amplia y variada sintomatología, los profesionales suelen carecer de los conocimientos necesarios para su sospecha clínica de ahí la importancia de que los especialistas dispongan de este tipo de información. En palabras del doctor González Gutiérrez-Solana «Pediatría y enfermedades raras. Enfermedades lisosomales es un resumen de este conjunto de patologías cuyo objetivo es ayudar a los profesionales sanitarios a entenderlas y, por consiguiente a conseguir un diagnóstico y un tratamiento temprano. Además, con este manual podemos aprender a buscar las claves diagnosticas que surgen de los hallazgos clínicos». 
 
El contenido de esta guía ha sido redactado por pediatras y neuropediatras procedentes de hospitales de toda España quienes han abordado de manera clara y sencilla los principales aspectos de este conjunto de enfermedades. Así pues, el libro consta de una introducción elaborada por el doctor González Gutiérrez-Solana en la que explica de forma general las claves clínicas y de laboratorio para el diagnóstico de estas enfermedades, tratamientos, últimos avances y nuevas expectativas en algunas de estas dolencias. En los siete capítulos siguientes se aborda de manera más específica y detallada las diferentes enfermedades lisosomales como son las Mucopolisacaridosis (MPS), la enfermedad de Fabry y la enfermedad de Gaucher. 
 
El libro editado en versión impresa será distribuido por Shire a los propios profesionales sanitarios, aunque también se venderá en librerías. 
 
En definitiva, gracias a este tipo de manuales los especialistas pueden obtener información útil y práctica para lograr un diagnóstico precoz de las enfermedades de depósito lisosomal. 
 
Acerca de Shire 
Shire es una compañía biofarmacéutica dedicada a la investigación y desarrollo de tratamientos en el área de las neurociencias, enfermedades raras (Enfermedad de Fabry, el Síndrome de Hunter, la Enfermedad de Gaucher y el Angioedema Hereditario), así como de la medicina interna y la gastroenterología. 
Shire centra su actividad en áreas terapéuticas concretas con el fin de brindar un servicio de excelencia a pacientes, cuidadores y profesionales de la salud y cumplir con su misión de mejorar la calidad de vida de las personas que padecen estas patologías.
Para más información: www.shireiberica.com
 
Plataforma online dirigida a pacientes y familiares afectados por una enfermedad rara como Fabry, Gaucher, síndrome de Hunter o angioedema hereditario. Esta página web nace con el objetivo de dar visibilidad a las enfermedades raras y concienciar a la sociedad sobre la existencia de estas patologías. Asimismo, pretende convertirse en un punto de encuentro donde pacientes y familiares, profesionales médicos especializados en estas patologías y, en general, cualquiera que desee profundizar en el conocimiento de estas patologías, encontrarán información actualizada y de referencia, noticias y las últimas novedades de cada una de estas enfermedades, así como otros materiales de ayuda, artículos científicos y contenidos multimedia.
 
 1Meickle PJ, Hopwood JJ, Clague AE, Carey WF. Prevalence of lysosomal storage disorders. JAMA. 1999;281:249-54.
 
Publicado en Noticias

Sr. Director:

No podemos dejar de manifestar nuestro asombro y estupor ante las aseveraciones mantenidas en el artículo «Alimentación del lactante y riesgo nutricional»1. Una parte importante de ellas se pueden considerar imprecisas, erróneas y, lo que es más grave, meros juicios de valor. A lo largo de este artículo no vamos a tratar a fondo si es o no trabajo exclusivo del pediatra el seguimiento de la alimentación del lactante, situación en la que existe un consenso generalizado, nacional e internacional, que debe ser de colaboración entre pediatra y enfermera2-6, sino que centraremos en evaluar algunas de las afirmaciones sostenidas en dicho artículo, que nos han parecido especialmente preocupantes.
Algunas de las afirmaciones que a nuestro juicio son erróneas comienzan ya desde el mismo resumen, donde se asevera que «la alimentación del lactante debe ser decidida y supervisada por el pediatra» (pág. 205); la decisión sobre la alimentación del lactante corresponde a sus padres y no a los profesionales de la salud; la labor de los profesionales sanitarios consiste, por ejemplo, en informar de las ventajas de la lactancia materna sobre la «lactancia artificial», pero la decisión es paterna. Un poco más adelante (pág. 206) se sostiene que, desde un planteamiento maximalista, corresponde al pediatra la prescripción de la alimentación del lactante porque es el que más sabe del tema. Y nuevamente esta aseveración es incorrecta, ya que, siguiendo esta misma lógica maximalista, dicha prescripción correspondería al médico especialista en endocrinología y nutrición por ser el que más sabe sobre nutrición.
La justificación de que los vómitos, la diarrea, el estreñimiento, etc., están asociados de manera habitual a trastornos o enfermedades «graves» es falaz, ya que, por ejemplo, el estreñimiento es en más del 90% de los casos idiopático desde un punto de vista fisiopatológico7. Además de seguir esta línea de actuación sanitaria, nos encontraríamos ante una vulneración de la prevención cuaternaria8.

Formación pregrado en nutrición y pediatría
Sin embargo, el principal argumento que se esgrime a lo largo de este artículo para justificar que le corresponde al pediatra, de manera exclusiva, el manejo de la alimentación del lactante, en condiciones de «normalidad» o salud, es la descalificación constante al nivel de cualificación de las enfermeras. Brevemente, debemos recordar que la figura del ayudante técnico sanitario (ATS) constituye una particularidad –casi nos atreveríamos a afirmar una anomalía– del sistema sanitario español, que no tiene parangón con el de otro país del mundo, y que obedeció a una necesidad del colectivo médico de delegación de tareas, desde un plano eminentemente técnico y con una lógica subordinada a la labor médica, como puede apreciarse en los planes de estudios9-11. Afortunadamente, esta situación que originó un retraso en la evolución de la enfermería en nuestro país fue superada hace algo más de 35 años con el Real Decreto 2128/77, de 23 de julio, por el que las escuelas de ATS se convierten en escuelas universitarias de enfermería12. A lo largo de los años se ha producido un notable desarrollo de la enfermería como disciplina científica y como profesión.
Respecto a los cambios acontecidos en la formación, podemos afirmar que existe formación de pregrado en nutrición, tanto en los planes de estudios de la diplomatura en enfermería como en los actuales de graduado en enfermería, por lo que no podemos compartir esa supuesta falta de conocimientos y deficiente preparación técnica.
Si comparamos los planes de estudios de la Licenciatura de Medicina y la Diplomatura en la Universidad Autónoma de Madrid, ambos en extinción, podemos observar que el futuro médico estudia una asignatura denominada Nutrición Clínica (asignatura obligatoria en la universidad) con 4,5 créditos LRU, y la futura enfermera tiene en su currículum Nutrición y Dietética (asignatura troncal) con 5 créditos LRU13.
Asimismo, en esta misma universidad con los actuales Grados, en el de Medicina aparece la asignatura de Nutrición que se imparte en el quinto curso, con 3 créditos ECTS, mientras que el Grado de Enfermería contiene una asignatura denominada Farmacología y Nutrición II (sólo nutrición) según la Guía Docente de la asignatura 2012-2013, con 6 créditos ECTS, y que se desarrolla en el segundo curso14.
Vemos, pues, que la formación en Nutrición no es inferior en el caso de la titulación de Enfermería al Grado de Medicina, sino que es superior. Igualmente, 3 créditos ECTS se desarrollan en el plan de estudios del Grado de la Universidad «Rey Juan Carlos», con la asignatura de Nutrición en el tercer curso. En algunas universidades, como la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Alcalá de Henares, la Nutrición no aparece en el plan de estudios del Grado de Medicina, ni como asignatura básica ni como obligatoria. Éste es el panorama de enseñanza de la nutrición en las 4 universidades públicas de la Comunidad de Madrid que imparten los estudios de medicina15-20.
Por otra parte, los conocimientos sobre el niño y adolescente se sitúan entre los 6 créditos de Enfermería del Niño y la Adolescencia en la Universidad Autónoma de Madrid, con 6 ECTS, y el Grado de Medicina, que tiene dos asignaturas: Pediatría y Neonatología I con 3 ECTS, y Pediatría y Neonatología II con 6 ECTS. Como podemos apreciar, la diferencia no es tan llamativa entre ambos grados en la Universidad Autónoma de Madrid. En la Universidad de Alcalá de Henares también se imparten 9 ECTS de Pediatría, y en la Universidad Complutense de Madrid hay una asignatura, Enfermedades del Niño y Adolescente, con 12 ECTS. Del mismo modo, la asignatura del Niño y la Adolescencia se imparte con 6 créditos ECTS en varias universidades, como las de Burgos y Valladolid; en la Universidad «Rey Juan Carlos» se imparte Enfermería Neonatológica y Pediátrica, con 4,5 ECTS, en la Universidad Complutense de Madrid Enfermería Materno-Infantil, con 6 créditos ECTS, y en la Universidad de Alcalá de Henares Enfermería Clínica en la Infancia, Adolescencia y Envejecimiento, con 6 ECTS.

Del conocimiento científico a la opinión
Además, estas afirmaciones sobre el nivel de conocimientos y destrezas técnicas en la alimentación del lactante se mantienen en función de los datos obtenidos de 2 estudios que, por su relevancia para el argumentario general del artículo, nos gustaría analizarlos brevemente. El trabajo de Hyde de 199421 ha sido imposible de localizar, ni en las bases de datos PubMed y CINAHL ni en la propia revista, tanto en la búsqueda por los autores de este artículo como por un servicio de búsquedas bibliográficas. El artículo de Williams y Pinnington22 data del año 2003, con una muestra de 42 enfermeras de distintos niveles formativos adscritas al Derbyshire Children's Hospital. En nuestra opinión, sustentar que las enfermeras españolas presentan un déficit de conocimientos a partir de un estudio realizado en 42 enfermeras en un contexto formativo y asistencial diferente al nuestro es, cuanto menos, atrevido. El resto de la bibliografía se centra principalmente en el ámbito anglosajón, con muestras poco o nada representativas del propio ámbito de estudio, por lo que es imposible que pueden arrojar luz sobre los conocimientos de las enfermeras y enfermeros españoles, ya que la formación pregrado y posgrado es diferente en nuestro país. Por tanto, consideramos que las afirmaciones respecto al conocimiento sobre alimentación de lactantes y habilidades técnicas de las enfermeras de nuestro país no se basan en una evidencia o conocimiento científico, sino exclusivamente en las propias opiniones de los autores de dicho artículo.
Hasta ahora sólo hemos considerado la formación enfermera pregrado y, siguiendo la misma lógica que la formación pregrado, el desarrollo de las especialidades enfermeras se ha ido demorando sucesivamente, haciéndose finalmente efectivo en el año 2010 a través de la Orden SAS/1730/2010, de 17 de junio23, por la que se aprueba y publica el Programa Formativo de la Especialidad de Enfermería Pediátrica. El programa de formación de la especialidad se centra, como es lógico, en el desarrollo de las competencias enfermeras desarrolladas a través de la Ley 44/2003, de 21 de noviembre, de Ordenación de las Profesiones Sanitarias24. Siguiendo esta lógica, parece claro que los profesionales encargados de la formación de las futuras enfermeras especialistas serán los que posean conocimientos específicos del ámbito de aplicación, en este caso las enfermeras. Lo que no significa que la colaboración del pediatra no sea relevante para algunos aspectos concretos de dicha formación. Pero pretender que sea el pediatra la persona que más sabe de cuidados enfermeros en la infancia nos lleva a recordar esa etapa afortunadamente superada del ATS, o al menos eso pensábamos nosotros.

Bibliografía

1. Martínez V, Dalmau J, Gil M, Morais A, Moreno L, Moreno-Villares JM, et al. Alimentación del lactante y riesgo nutricional. Acta Pediatr Esp. 2012; 70: 205-208.
2. French GM, Nicholson L, Skybo T, Klein EG, Schwirian PM, Murray-Johnson L, et al. An evaluation of mother-centered anticipatory guidance to reduce obesogenic infant feeding behaviors. Pediatrics. 2012; 130: e507-e517.
3. Bayón M, Jiménez CC. Atención a la salud infantil en los centros de atención primaria de la Comunidad de Madrid. Madrid: Servicio Madrileño de Salud. Gerencia de Atención Primaria, 2012.
4. Garrido FJ. Evidencias científicas en el control del niño sano. Actuaciones realmente necesarias. Falta ciudad y editorial, 2006.
5. Arribas A, Gasco S, Hernández M, Muñoz E. Papel de enfermeria en atención primaria. Madrid: Servicio Madrileño de Salud. Dirección General de Atención Primaria, 2009.
6. Wen LM, Baur LA, Simpson JM, Rissel C, Wardle K, Flood VM. Effectiveness of home based early intervention on children's BMI at age 2: randomised controlled trial. BMJ. 2012; 344: e3732.
7. Cilleruelo ML, Fernández S. Estreñimiento. En: Argüelles F, García MD, Pavón P, Román E, Silva G, Sojo A, eds. Tratado de gastroenterología, hepatología y nutrición pediátrica aplicada de la SEGHNP. Madrid: Ergon, 2011; 111-122.
8. Gérvas J, Pérez M. Uso y abuso del poder médico para definir enfermedad y factor de riesgo, en relación con la prevención cuaternaria. Gac Sanit. 2006; 20: 66-71.
9. Sellán MC. La profesión va por dentro. Elementos para una historia de la enfermería española contemporánea, 2.ª ed. Madrid: Fuden, 2010.
10. Sellán MC. Identidad y conflicto en el ejercicio del cuidado. Una aproximación histórica a la dinámica de la identidad enfermera en España [tesis doctoral]. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2007.
11. Vázquez A. El papel del conocimiento histórico en la constitución de la identidad enfermera en España: una perspectiva mediacional sobre el conflicto disciplinar [tesis doctoral]. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2012.
12. Real Decreto 2128/1977, de 23 de julio, relativo a la conversión de las Escuelas de Ayudantes Técnicos Sanitarios (ATS) en Escuelas Universitarias de Enfermería y la homologación de los títulos a efectos nominativos, corporativos y profesionales.
13. Universidad Autónoma de Madrid [internet]. Madrid: Planes de estudios: licenciaturas, diplomaturas e ingenierias [citado el 5 de marzo de 2013]. Disponible en: http://www.uam.es/ss/Satellite/es/1234886331475/listadoEstudios/Licenciaturas,_diplomaturas_e_ingenierias.htm
14. Universidad Autónoma de Madrid [internet]. Madrid: Planes de estudios: grados [citado el 5 de marzo de 2013]. Disponible en: http://www.uam.es/ss/Satellite/es/1234886331475/listadoEstudios/Licenciaturas,_diplomaturas_e_ingenierias.htm
15. Universidad Rey Juan Carlos [internet]. Móstoles: Plan de estudios grado en enfermería [citado el 5 de marzo de 2013]. Disponible en: http://www.urjc.es/estudios/grado/enfermeria/enfermeria.html
16. Universidad Rey Juan Carlos [internet]. Móstoles: Plan de estudios grado en medicina [citado el 5 de marzo de 2013]. Disponible en: http://www.urjc.es/estudios/grado/medicina/medicina.html
17. Universidad Complutense de Madrid [internet]. Madrid: Plan de estudios grado en enfermería [citado el 5 de marzo de 2013]. Disponible en: http://pendientedemigracion.ucm.es/?a=estudios&d=muestragrado3&idgr=31
18. Universidad Complutense de Madrid [internet]. Madrid: Plan de estudios grado en medicina [citado el 5 de marzo de 2013]. Disponible en: http://pendientedemigracion.ucm.es/?a=estudios&d=muestragrado3&idgr=29
19. Universidad de Alcalá de Henares [internet]. Alcalá de Henares: Plan de estudios grado en medicina [citado el 5 de marzo de 2013]. Disponible en: http://www.uah.es/estudios/grados/planes.asp?cd=101&plan=G215&T=CIENCIAS_DE_LA_SALUD
20. Universidad de Alcalá de Henares [internet]. Alcalá de Henares: Plan de estudios grado en enfermería [citado el 5 de marzo de 2013]. Disponible en: http://www.uah.es/estudios/grados/planes.asp?cd=205&plan=G209&T=CIENCIAS_DE_LA_SALUD
21. Hyde L. Knowledge of basic infant nutrition amongst community health professionals. Matern Child Nurs J. 1994; 19: 27-32.
22. Williams A, Pinnington LL. Nurses' knowledge of current guidelines for infant feeding and weaning. J Hum Nutr Diet. 2003; 16: 73-80.
23. Orden SAS/1730/2010, de 17 de junio, por la que se aprueba y publica el Programa Formativo de la Especialidad de Enfermería Pediátrica.
24. Ley 44/2003, de 21 de noviembre, de Ordenación de las Profesiones Sanitarias.

Publicado en Cartas al Director
Miércoles, 24 Mayo 2006 10:12

Hipertensión pulmonar persistente neonatal

Introducción: La hipertensión pulmonar persistente neonatal es una enfermedad confluente de múltiples y muy diferentes orígenes etiopatogénicos. Supone el 2% de los niños ingresados en las unidades de cuidados intensivos neonatales. Se diferencian cuadros primarios y secundarios.

Material y métodos: Se ha realizado una búsqueda bibliográfica a través de PubMed, seleccionando los artículos relevantes publicados hasta septiembre de 2004 que incluyeran los términos «persistent pulmonary hypertension newborn», tanto en ciencias básicas como clínicas.

Resultados: En total se seleccionaron 87 artículos que permiten abordar el estudio de la epidemiología, patogenia, criterios diagnósticos, etiología, clínica, diagnóstico diferencial, tratamiento y pronóstico de la hipertensión pulmonar persistente neonatal.

Conclusiones: El objetivo fundamental del tratamiento es la reducción de las resistencias vasculares periféricas, manteniendo la presión arterial sistémica y el volumen/minuto. Las secuelas de mayor relevancia y prevalencia son las respiratorias y neurológicas. Las tasas de mortalidad en la hipertensión pulmonar persistente neonatal oscilan en torno al 10-40%.

Publicado en Originales

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